La segunda semana en Montreal se caracterizó por estar en TO el centro, podíamos salir a andar, quedar con gente que vivía por allí, pasear, disfrutar de LA CIUDAD sin poder disfrutar del campo.

Como ya explicamos fuimos a ver a Aurora a su obra de teatro, nos reímos, nos lloramos y nos dimos unos cuantos abrazos. Quedamos en que nos veríamos de nuevo un par de días después y a correr por Montreal.

Cuando decimos a correr no es figurado, el circuito de Gilles Villeneuve esta abierto para pasear en bici, moto (alquilan), coche (aun no se como funciona pero se puede) o corriendo con piernecicas como me toco a mi. Tres vueltas del circuito, dos veces toqué EL MURO y unas risas porque lleve a Nerea a la salida y aunque ella tenia que hacer un tercio del circuito y yo dos tercios llegue antes que ella 🙂 Pobre, hasta le toco correr un poco intentando atraparme.

Siguiendo los consejos de Aurora, nos tomamos una birra en un bar asociativo anarquista con su calendario de acciones mientras hacíamos tiempo antes de su actuación y de que nos diera la sorpresa del año, iba a tener público menudo para sus cuentos.

semana 4 - anarkia

Y de allí, corriendo a Les 3 Brasseurs para tomar unas birras con antiguos alumnos, recién llegados a Montreal, con apenas un solo invierno en su haber. Gracias a tod@s por las risas, los recuerdos y las ganas de volver a ver a la loca de atar de la ex-profe.
semana 4 - montreal alumnos

A la mañana siguiente, Guillermo consiguió engañarme para ir al velódromo, y correr con él casi una vuelta. Pero por más que atajé a mitad de trayecto, solo conseguí vislumbrar el naranja fosforito de su camiseta cruzando la línea de meta.

semana 4 - circuito
 

El resto de los días fue encontrarnos con ex-alumnos de Nerea, que contentos estaban de verla, que orgullo de maestra. Se le hinchaba un poco el pecho y to de verlos ya crecidos y en la universidad (algunos terminando, otros recién empezados)

Tuvimos un poco de frio, nada serio y nos despedimos de esa gran ciudad que nos invito a volver, que nos hizo pensar en quedarnos y sobre todo que nunca pareció estar tan lejos de casa.

Nos comimos un putin de esos que hay que elegir hasta la ropa interior del cocinero, divertido, nutritivo y sobre todo NADA, pero NADA ligero, un placer.
semana 4 - putin opciones
semana 4 - putin

Fue una semana tranquila, muy tranquila 🙂

Ah si, los mamones escriben STOP, las señales, en los dos idiomas (a lo largo del viaje nos dimos cuenta que puede que seamos de los pocos que no lo escriben en su lengua)
semana 4 - stop

Por la noche, cenamos con con Elea y Emma, supervivientes de mis primeros años como dictadora (digo, como profesora). Valió muchísimo la pena ver cómo han crecido (por dentro y por fuera) y cómo recuerdan con franca alegría las horas que pasamos juntas en clase. Además, nos dieron consejos para nuestros siguientes destinos y prometieron seguir en contacto.

Pasear por Montreal de noche está lleno de gente fumando marihuana, entrando y saliendo de pubs y rincones de arte y arquitectura urbana dignos de un museo, en este caso, al aire libre y gratis. Eso sí, empezaba a hacer biruji, había que marcharse.
semana 4 - montreal noche

Aurora no había dicho su última palabra. Volvimos a vernos para recorrer de su mano las cloacas del museo de Pointe-a-Caillere, descubriendo el primero de muchos «desencuentros» entre civilizaciones que venían huyendo (de algo o hacia algo) y se encontraron con otras, a las que impusieron su visión del mundo sin preocuparse demasiado de que allí ya tenían una.
semana 4 - museo

También recorrimos con Aurora, su propio Montreal. Desde la cumbre del Mont Royal hasta el Parque Botánico y su improbable jardín chino sacado casi de Kung Fu Panda o las Casas de de los duendes. Y tanta caminata, abre el apetito.
Así que nuestras últimas horas en Montreal fueron de mercado en mercado y como porque me ha tocado. Juraría que aún tenía en la boca el saborcillo del «rougail soussice» reunionés del Mercado de Atwater cuando subimos al avión.
semana 4 - rougail

semana 4 - Aurore