La afición nipona por los festivales o matsuris es ya conocida, y ha sido inmortalizada en numerosas ocasiones en este blog. Esta vez, las imágenes se las hemos robado a Oskar, ya que uno   de los mayores festivales de verano de Tokio nos cogió de sorpresa gracias a él. El verano pasado asistimos al Festival de Fuegos Artificiales o HANABI (literalmente FLORES DE FUEGO) ShinUrayaso en el mes de agosto con Oskar y unas visitas. Este año, nos superamos…

Todo discurría tranquilamente, un apacible sábado por la tarde, mientras paseábamos por Kappabashi en busca de algún recuerdo de llevar a casa (de paso, aprovecho para decir que no es fácil dar con algo original después de dos años). Entre otros muchos artículos curiosos, destacan los platos para niños de uso común en restaurantes (con forma de tren, coche o nave espacial , lo que sea con tal de que el mini-cliente esté contento), así como las reproducciones de platos para exhibir en los escaparates de los restaurantes y que constituyen el reclamo turístico por excelencia de dicha calle comercial. Eso sí, ¡a qué precios!

Pues en eso estábamos, cuando Oskar nos dio un toque. Y quedamos en Asakusa para echar unas birritas… pobres incautos. Ver a Oskar con la cámara en ristre y de yukata debió de poner a Guillermo sobre aviso, pero no lo hizo. A mí me sirvieron los millares de personas, con sus yukatas y sus caras de felicidad, EN EL METRO. Peor que la hora punta un lunes lluvioso. Varios infiernos humanos después, vi a Oskar, con su yukata, pero  ya no necesitaba que me lo explicara nadie…

Pues ahí en nuestro Yatai favorito de Asakusa, estuvimos horas y horas, biiirus y biiirus, de charla, viendo pasar a la gente. Resulta que este cruce en particular es un buen sitio para las instantáneas. Para muestra un botón.

Poco a poco, se nos echó la noche encima y comenzaron los cohetes. Al principio los vimos desde el mejor lugar, la tele de nuestro YATAI, hehehe. Pero al rato, nos empezó a  picar el gusanillo y nos fuimos a dar una vuelta. Los fuegos artificiales se lanzan desde los dos puentes y la gente se pone casi en cualquier sitio para ver tan solo un diez por ciento. Entre edificios, árboles, gente… Al final, lo que cuenta es la compañía y las risas.

Al cabo de… 7 horas, todos volvíamos a casa, cansados y felices.

Gracias por todo Oskar.

En un remoto pasado
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Esta entrada fue publicada el lunes, agosto 2nd, 2010 a las 9:46 am en la categoria/s De paseo.
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