El último metro para Gyotoku
febrero 17th, 2009 NereaHace poco tuve mi primera experiencia en el último metro para Gyotoku. Habíamos cenado en Yoyogi, con Raúl y una pareja de amigos suya, en el Yakiniku de cerca del Lolita’s y se nos había hecho un pelín tarde. Lo justo para perder el metro de siempre y llegar a Monzen Nakacho por los pelos.
Cuando se abrieron las puertas del metro, comprendí que nos gustara o no, allí tenía que haber sitio pa tol mundo. Así que con el culo pa’trás empezamos a empujar y conseguimos insertarnos. Cual fue mi sorpresa al ver como otros seis individuos hacían lo mismo y nos comprimían a su vez contra los cuerpos de otros pasajeros, adormilados y desconocidos.
Pude sentir perfectamente como mi espalda se clavaba en la corbata de un señor de pelo cano que custodiaba la esquinita (lugar disputado ya que te permite dejarte caer en algo sólido que no se moverá), mi trasero también lo oprimía (pobre hombre, con el cacho culo que estoy echando por Dió) a la altura del maletín… ¡¡¡Espero de verdad que aquello picudo que sobresalía fuera un maletín!!!
A esa distancia de la gente, te fijas en detalles: la caspa que le cae a uno por encima de la chaqueta, problemas cutáneos varios, las guarradas que algunos miran en sus móviles sin importarles lo que pensemos los demás, el aliento a perro muerto del que se ha bebío hasta los ceniceros del izakaya… A Guillermo le estaba metiendo la coleta en el geto pero no podía liberar mis manos para soltarla, así que intentaba torcer el cuello de vez en cuando. A cada frenada del metro, todos nos aplastábamos hacia un mismo lado, como un acordeón, sin disculparnos y sin intentar evitarlo, total, pa’ qué?
Así seguimos hasta prácticamente llegar a casa, y pese a que en mi cabeza se repiten incesantemente estas dos palabras NUNCA MAIS, sé que volveré a vérmelas con el último metro. Es más, pese al trauma, estábamos contentos de haber pillado el último, de no tener que buscar un hotel, ni un cybercafé, ni de tener que pagar 5 mil yenes de taxi desde Toyocho.
No es la mejor manera de entrar en contacto con la cultura japonesa, no muestra lo mejor de sus gentes, pero es obligatorio pasar por esto para luego decir : viva la civilización nipona.
Avisados estáis los visitantes, estas cosas pueden pasar, así que mejor tomárselo con filosofía. Mamá, tu no te preocupes que te damos una pastillita azul como al MA Barracus y te duermes tol camino colgada del porta equipajes…
(fotos cortesia de www.brettdavenport.com y pro.corbis.com)
En un remoto pasado
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