Moalboal, les brumes de l’air
Porque no todo va a ser beber, bucear y leer, también pudimos disfrutar del paisaje, de las sonrisas filipinas, de la comida y de la gente que nos fuimos encontrando.
Tres encuentros, tres y cada uno mejor que el otro. Solteros en busca de fiesta, que salieron corriendo de allí en cuanto se dieron cuenta que Mohalboal no es país para fiestas, un americano loco en pareja con una filipina y queriendo vivir «in the mountaiiiiiiin» y una pareja de ex-inmigrantes que volvían de Australia a España después de un añazo corriendo por el mundo.
Todos ellos iban sin prisa, todos estaban en un periodo sabático de esos más o menos largo. Y coincidían en que eso de currar es necesario para poder vivir excedencias de ello y disfrutar de lo poco ahorrado sin pensar en volver. Aun no, sin prisa.Esos encuentros hicieron que las noches fueran siempre interesantes, eso sí, a media noche, corriendo con miedo de convertirnos en calabaza, para el hotel. ¡A las ocho había que estar de pie para ir a ver pececitos!
Aun recuerdo la primera noche, el domingo justo después de llegar, salimos a cenar y poco a poco la cosa se fue liando, poco a poco nos fuimos creciendo, nos dieron las 22:00 y Nerea tiró para el hotel, yo decidí que daba tiempo a una más. Al día siguiente nos saludaban por nuestros nombres en la mitad de los bares de la zona.
Eso sí, el lunes a las 08:00 de la madrugada este que escribe estaba con el neopreno puesto, su media resaca y saltando del barco.
Aquí el hobbit haciendo un paréntesis para hablar del papeo. En nuestro hotel, desayunos decentes y kinilaw weno weno (atún marinado en limón, vinagre y jengibre).
La comida, como no, de la mano de Last Fill Station y sus pita-bread de huevo frito con bacon crujiente. La cena, en Little Corner, ese lugar que no cambia ni los manteles de plástico, ni el menú, ni los precios… Con las mejores papas fritas del mundo. Y que mira a Negros y sus tormentas eléctricas desde la barrera, en Cebu, donde los tifones no llegan nunca.
Fue sin duda en el garito de los dardos, el seven sins, donde más tiempo de ocio pasamos. Entre billar, dardos y risas no parecía pasar el tiempo. Nerea todavía despierta algunas veces a mitad de la noche, me sacude y me recuerda que nos ganaron TRES partidas consecutivas al billar mientras sonaban los AC/DC a todo trapo.
Un abrazo a Michael, nuestro eterno instructor : canalla alemán de cigarro en boca y san miguel en mano, hijo adoptivo de MoalBoal para su suerte y la nuestra. Y como no a su hijo, el joven Hugo, alimaña capaz de robarle dos pesos al mismísimo diablo.
Por alguna extraña razón no solemos tener fotos de la peña que conocemos… Estamos muy ocupados pasándolo bien. La rabia que me da no tener una fotico!!!! Ains
En un remoto pasado
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Como mola poder revivir las vacaciones a traves de estos post…
Que nunca se terminen las vacacinoeeeeeee
Os gusta la buena vida 😀
Es que tenemos muuu buenos maestros!!
Tengo que ser muy repetitivo, no se cuantas veces habré escrito en un comentario la palabra «envidia» desde aquel septiembre del 2006 cuando nació un blog en Filipinas.
Tu sabes que lo hacemos por compartir, no por dar envidia 🙂
Es como si hablarais del viaje que hicimos hace ya dos años. Nada cambia en Moalboal!
Si es bueno y funciona, que no cambien NUNCA
Esa diana ya ha lo ha dado todo, me pregunto cómo llevan la puntuación en ese bar.
Nosotros apuntábamos A SIN A OJO
🙂
Envidia, envidia, envidia—- y más envidia. Y esas fotos de los bungalows, del mirador y ese agua.. Me traen muy buenos recuerdos.¡ Ojala existiera la moviola!
Pa eso estan las fotos, pa recordar y volver a montarse en el avión camino al mismo sitio
Pues sí… Envidia de la sana… ¡Madre mía qué forma más cojonuda de desconectar!
Y que no falte NUNCA
Tampoco está mal esta isla. Qué envidia me dais y paece que no soy la única
(pero solo ensenyamos lo bueno)